PREMIO NOBEL tranquiiilo




El último premio Nobel de Química, el estadounidense Richard Heck, vive retirado en Manila con su esposa filipina, ajeno al mundo exterior y ocupado en cuidar del jardín y de sus pájaros tropicales en su casa de un barrio humilde.

"Estoy muy contento, no lo esperaba, me lo dijeron por teléfono y no he podido leer exactamente por qué parte de mi trabajo me van a entregar el Nobel", comenta Heck, de 79 años, que obtuvo el galardón junto a los japoneses Ei-ichi Negishi y Akira Suzuki por un descubrimiento de 1977 sobre el uso del paladio como catalizador, que facilitó la fabricación de complicadas moléculas orgánicas.
Su hallazgo, conocido como "reacción Heck", permitió sintetizar componentes para combatir el cáncer de colón, el herpes y el Sida, así como nuevos plásticos usados en algunas pantallas de computadora.

En cuanto a los motivos de que le hayan entregado el galardón después de tanto tiempo, bromeó diciendo que "probablemente la Academia se quedó sin candidatos".
Nada en los alrededores de la casa de Heck apunta a que allí viva un prestigioso científico: el callejón en el que reside ni siquiera está asfaltado y la mayor parte de los edificios aledaños son humildes construcciones de cemento que nadie se preocupó en pintar.
En las puertas de las casas cercanas, donde algunas vecinas recogen la ropa tendida en la calle, nadie sabía hasta el revuelo formado por el premio que allí vivía uno de los químicos más importantes del planeta.

"Nunca se relaciona con nadie y casi siempre está en casa, no teníamos ni idea de que era un científico de tanto renombre", afirmó Carlos, un español que reside en el vecindario.
Heck ofrece el clásico aspecto del genio distraído ajeno al mundo exterior, con un estilo de vida modesto y unas despreocupación por cuestiones prácticas que le lleva a no recordar cuánto tiempo hace que se casó.
El científico támpoco sabe qué hará con los 500.000 dólares que le corresponden por el premio, pero asegura que no cambiará gran cosa en su vida y que se encuentra a gusto en su casa.
Su preocupación más inminente es el vuelo a Estocolmo para la recogida del galardón, un viaje del que teme el frío invierno de la capital sueca, ya que está acostumbrado al clima tropical manileño.
Heck también espera que no le inviten a dar conferencias en los próximos meses con el pretexto del Nobel. "Estoy jubilado y apenas sigo los nuevos descubrimientos científicos, no quiero esforzarme en ello, disfruto de mis orquídeas y de mis pájaros", indicó este científico, austero en su retiro.

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